ADAI REPUDIA EL 2 X 1

Administrador Adai

05/18/2017
Crónicas de Base
LOS TRABAJADORES CONDENARON AL MÁXIMO TRIBUNAL
Desde muy temprano, la Avenida de Mayo se va poblando de trabajadores organizados con las convicciones intactas. En todas partes se lee: Señores Jueces, Nunca Más. La consigna aparece como un sello en los afiches y banderas. Algunos lo llevan inscripto en sus pañuelos atados al cuello, reposados sobre sus hombros. Me acerco hasta una librería de saldos, a pocos metros de Bernardo de Irigoyen, y me llevo un ejemplar de Los gauchipolíticos rioplatenses, de Ángel Rama, por treinta pesos. Un pequeño milagro. Me meto en el bar La Junta, a hacer un poco de tiempo. Son las cinco y media de la tarde, en el café no cabe un alfiler. Las mesas están atestadas de manifestantes que, antes de marchar a la plaza, toman infusiones, gaseosas, cervezas, en un clima de mucha expectativa por lo que va a pasar dentro de algunos momentos, cuando vayamos acercándonos al inicio del acto. La mayoría lleva un pañuelo blanco en el cuello. Leo algunos párrafos del libro de Ángel Rama sobre la gauchesca y no puedo evitar encontrar algo colonial y prerrevolucionario en la imagen de todos estos compatriotas con sus pañuelos. Parecemos un montón de rioplatenses de 1810.
Las susceptibilidades no están ausentes: se sabe que para cruzar el terreno del uso e ingresar en el del abuso no hay más que ignorar los difusos límites que unen al cuello con la cabeza. El fallo de la Corte que explica este aluvión de pañuelos blancos en la calle (y en el bar) es un claro ejemplo del uso convertido en abuso. En este caso, se trata del abuso de los instrumentos jurídicos. Según dejaron trascender algunos medios de prensa, en la Corte “ven con buenos ojos” la ley que ahora impulsa el Congreso de la Nación para impedir el beneficio del “2×1” en casos de delitos de lesa humanidad. No puedo dejar de pensar en “los buenos ojos” de la Corte allí donde la Justicia los lleva vendados, tabicados.
Marchamos detrás de la columna de CONADU; somos muchos trabajadores y estudiantes de la Universidad Nacional de las Artes. Se acercan compañeros en medio de la marcha y nos preguntan por el centro de estudiantes de una y de otra unidad académica. Es una gran reunión de toda la UNA, un encuentro que va desplazándose y modificando su configuración a medida que avanzamos. Docentes, autoridades, nodecentes y estudiantes, juntos, hacia la Plaza de Mayo. A nadie le falta su pañuelo.
Levanto la vista y veo el punto más alto del edificio de La Prensa. Es una mujer que en un brazo lleva un farol, la lumbre, y en el otro… ¿un pañuelo? No: es un periódico desplegado, que de lejos -desde la calle- parece un pedazo de tela colgando. En ese diario, el establishment operó durante años en contra de los intereses de las clases trabajadoras. Durante el terrorismo de Estado no sólo apoyaron al régimen sino que lo abrazaron como a su propia causa, hasta el punto de comprometerse en crímenes de lesa humanidad. Mientras pienso en el rol de La Prensa durante la dictadura cívico-militar, comienzo a oír la voz inconfundible de Taty Almeida, revotando en los edificios centenarios. Habla de la cooperativa textil que se solidarizó con esta condena del pueblo argentino al máximo tribunal, confeccionando 30.000 pañuelos. ¿De qué modo se condena a una Suprema Corte de Justicia desde una plaza pública? Diciendo, con toda claridad, los nombres y apellidos de aquellos que votaron el beneficio para el torturador y genocida Muiño: Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz, Elena Higthon de Nolasco. Con cada nombre, el repudio es ensordecedor. Por sus actos de irresponsabilidad jurídica, los jueces están siendo condenados en las calles.
En un momento, Taty Almeida dice que siempre les cantamos “Madres de la Plaza, el Pueblo las abraza”, pero que hoy son ellas, las Madres, las que quieren abrazarnos a todos. Para entonces ya estábamos agitando los pañuelos por encima de nosotros mismos. Y como muchos otros, este cronista rompe en llanto una vez más en medio de la manifestación. Me aferro al hombro de un docente con el que me encuentro por casualidad. No sabía que dictaba clases en la UNA. Somos compañeros en la enseñanza media. Qué hermoso es abrazarse en un encuentro inesperado, escuchando a las Madres anunciar la victoria en la lucha por nuestras conquistas y derechos adquiridos.
Más tarde, en el fragor de la desconcentración, me cruzo a un compañero de la Unidad Académica en la que trabajo. Somos dos gotas de una marea humana, cantando: “¡Teque teque, toca toca! ¡La Memoria no se toca! ¡Los milicos en la cárcel! ¡2×1 las pelotas!”. Cuando logramos acomodarnos, mi compañero me habla del ajedrez: “el problema con estos hijos de puta –dice- es que hacen esta jugada pensando en las veinticinco siguientes. Lo que están buscando no es que los milicos salgan de la cárcel. Si sucede, ellos contentos. Pero obviamente contaban con que íbamos a manifestarnos como lo hicimos hoy. Ahora el problema es que van a presionar para anular el beneficio del 2×1 también en los delitos comunes y de ese modo garantizar un Estado más represivo, donde el sistema jurídico funcione como un yunque que aplaste a quienes deban someterse a él. Como en el ajedrez, cada jugada que destraba una amenaza, un jaque al Rey, pone al tablero en una reconfiguración de las fuerzas, obligándonos a observar cuidadosamente nuestros movimientos”, dice. En eso estamos.
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